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Si Cupido tuviera corazón [Dino Rey/ One-shot]

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Mensaje por Blue Joker Dom Ago 30, 2009 12:03 pm

Por fin tendría aquella cita tan anhelada.

Bueno, no lo era realmente, pero había conseguido que se vieran ellos dos a solas, sin Rex. Y eso le era suficiente como para emocionarse igual que si fuera una.

Había decidido que hoy le confesaría sus sentimientos. Se lo diría, ella diría que sí, y vivirían felices por siempre comiendo perdices.

Debía dejar de ver películas de Disney. Lo único que quedaba era que la chica hubiera perdido a su madre, su padre, o ambos.

Resistió el impulso de gritarle cuando ubicó su llamativo pelo rosa a lo lejos. Cuando se acercó lo suficiente como para distinguir lo que llevaba puesto, tuvo que hacer un esfuerzo por no mostrar desilusión. Zoe no llevaba puesto el regalo que le había dado en su último cumpleaños. No era algo que no pudiera combinar: Un sencillo colgante con Cupido y una fina cadenita de plata, en los que se había gastado la mesada de un año.

Decidió evitar que ese detalle enfríe sus ánimos y le dijo que se veía hermosa. Ella se rió.

La guió al parque de diversiones y a varios juegos. Finalmente, decidió hacer como su padre y declararse en la rueda de la fortuna.

Tuvieron que esperar quince minutos asfixiados entre la multitud, pero lograron subir sanos y salvos, o casi, a una de las cabinas.

No fue la que paraba en la cima, pero igual había linda vista desde allí. Zoe miraba maravillada lo pequeñas que se veía las cosas desde tan alto, pero no parecía estar incómoda.

Max era todo lo contrario. Sudaba a mares, se retorcía las manos y miraba fijamente el suelo, como esperando que este se confesara por él.

- Zoe...- empezó una vez que vió que el piso no tenía intenciones de ayudarlo. La chica hizo un ruidito para hacerle entender que lo escuchaba.- Pues... sabes que eres una chica muy especial, y muy hermosa...- a partir de ese punto, Zoe comenzó a prestar verdadera atención.- Y yo... pues... tú me gustas.-Se quedó mirando el piso, que todavía no parecía tener intenciones de moverse ni un centímetro para ayudarlo, y moviendo los pies. No quería verla a los ojos.

Zoe se tomó su tiempo para responder, aunque ya sabía la respuesta. Recién cuando la rueda volvió a moverse fue que empezó a hablar.

- Max, eres muy buen amigo y todo, pero sólo eres eso: Un amigo. Nunca podrías ser más.- explicó con el tono monocorde de quien tiene tantas citas que dudaría si aceptar la de un faquir con una canasta de rubíes bajo el brazo.

El silencio en la cabina se hizo incómodo y pesado. Max intentaba contener las ganas de destrozar cuanto hubiera su paso.

Cuando por fin abrieron la puerta, Max salió disparado fuera del lugar, empujando a todo aquel que le estorbara.

Quería escapar, huir, hacer desaparecer aquella vergüenza y decepción.

Necesitaba alguien que lo escuchara y lo entendiera. Rex debía estar en casa.

Por su parte, Zoe bajó con elegancia de la cabina, e ignorando las miradas de los curiosos, se fue del lugar con una media sonrisa.



Se estaba desesperando. Rex no estaba en ningún lado. No se encontraba en la cocina, el baño, el salón, el jardín... casi se pega contra la pared. Se dirigió atropelladamente a la habitación del rubio.

Abrió la puerta de un golpe, y de hecho allí estaba, sentado en la cama leyendo un libro.

-¿Qué pasa?- le preguntó al ver que se quedaba en la puerta.

- Ah... ¡Me le declaré a Zoe!- ¿Le pareció o fue espanto lo que cruzó la cara del rubio?

- ¿Y qué te respondió?- los ánimos que Rex había recobrado al encontrar a Rex volvieron a caer.

- Me dijo que no...

Se sentó a un lado del rubio, con la cabeza gacha. Fue una suerte que no estuviera observando el rostro de su amigo, puesto que la expresión de alivio era imposible de disfrazar.

Max se quedó recorriendo el piso con la mirada. De verdad que Rex era un chico modelo: Todo en su cuarto estaba en su lugar.

Miró el libro que Rex tenía entres sus manos. “Sueño Eterno” de Raymond Chandler. Un policial. Si no se equivocaba, Chandler era el escritor favorito de Rex.

Fijó su vista en la muñeca de su amigo. Una improvisada pulsera hecha con hilo y dos grandes cuentas pendía de ella. Max fue quien se la regaló, cuando se encontró con que era el cumpleaños de su amigo y no tenía dinero alguno.

Se sorprendió de que Rex aún la guardara. Y más aún la usara.

El rubio captó su mirada y tapó la pulsera, sonrojándose.

-¿Por qué la usas?

- Tú me la regalaste- susurró, de forma tan inaudible que Max dudó que lo hubiera dicho.

- ¿Y con eso?- Rex le pegó un coscorrón, ofendido.- ¡No me pegu--!- si la intención original de Max era reclamarle, no le salió precisamente bien. El mohín enfadado de Rex era adorable, muy infantil. La mano que el castaño había alzado para pegarle bajó con suavidad a la mejilla de su compañero. Las pálidas mejillas volvieron a teñirse de rojo.

- ¿Q-qué crees que estás haciendo?- Max no contestó. Con suavidad se acercó a los labios ajenos, solo para ser empujado por el propietario de ellos.- ¿Max?- el mencionado se empujó hacia atrás, recién cayendo en la cuenta de lo que hacía. Por la fuerza del empujón, se cayó de la cama.

La expresión asustada y confundida de Max encendió la ira en Rex.

- ¿¿Necesito recordarte que no soy Zoe??

- ¡N-no es eso!- apresuró a defenderse. Aunque no estaba seguro de por qué lo había hecho.

- ¿Entonces?- al ver el rostro herido y furioso de su amigo, al fin lo entendió.

- Es a ti a quien amo.- Rex puso cara de confusión, para luego pasar a la incredulidad, y finalmente de vuelta a la ira.

- ¡Estás loco! ¡Hace cinco minutos amabas a Zoe!

- Eso creí.

- ¡Nadie cambia de opinión tan rápido!

- El amor no entiende razones.

- ¡No seas estúpido!- Max sujetó las muñecas de Rex, cuidando de no herirlo.

- No lo soy.

- Suéltame.- escupió mordaz. Aunque probablemente hubiera surtido más efecto si no hubiera un tierno sonrojo cubriendo su rostro. Max acercó sus labios, y lo besó con ternura. El rubio forcejeó para sacárselo de encima.

Apenas un roce, pero bastó para Max.

- ¿Qué tengo que hacer para que me creas?

- No volver a besarme.

- Niega que te gustó.- desafió. El rubio no respondió más que con una mirada furibunda.-Tú también lo querías.



Si Cupido entendiera razones, si fuera imparcial



-No lo quería.- negó.



Si no me hubiera flechado. Si no me hubiera hecho cambiar mis sentimientos



- Mentiroso.



Si Cupido tuviera corazón



El beso fue inevitable. Ambos se adelantaron. Ambos acercaron sus rostros.



No hubiera hecho que me enamorara de ti.



- Te amo.- dijeron ambos a la vez. Ya nos les importaba el hecho de que, hace menos de media hora, Max le hubiera dicho eso mismo a Zoe. Ahora, sólo importaban ellos. Ahora, solo estaban ellos.



Pero por eso es que Cupido es un gran dios del amor.

Blue Joker
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